Monday, May 29, 2006

Y ahora tendremos Uribe pa´rato

Bueno, ayer el candidato presidente Álvaro Uribe ganó la releelección con un ámplio márgen de votación. Esto demuestra definitivamente que como he oido decir tantas veces, los pueblos se merecen a sus gobernantes. La verdad estoy un poco triste con lo sucedido. Tengo que confesar que en el fondo guardaba una esperanza de que al menos hubiera segunda vuelta. Pero realmente esto fue anunciado, por más esperanza que tuviera, las posibilidades reales casi no existían.

No sé ni siquiera por qué estoy escribiendo esto, como si hiciera alguna diferencia, como si a alguien le importara. Tal vez, es un último intento de quejarme, de hacer algo. Pero en realidad es solamente un deseo deseperado de liberar con algo ese sentimiento de impotencia que tengo, esas ganas de gritar, de tener el poder de cambiar, esa rabia, esa indignación, esa conciencia de que por más que quiera y por más que trabaje por vivir en un país mejor, no es suficiente conmigo, no está en mis manos.

¿Y ahora qué hago? Tal vez, como me lo dijo alguna de mis amigas, lo sano es que actúe como alguien de mi edad, que le de la espalda a la política, eso a quién le importa, eso no es para los jóvenes. Como me dijo mi amiga, dejémosle la política a los políticos, ellos son los que saben. ¿Y qué si yo pienso que no saben? O por lo menos, la gente que los elige no sabe. ¿Sigo dando la espalda? ¿Me preocupo por conseguir un vestido bonito para el prom? Definuitivamente eso es lo que debería hacer, teniendo en cuenta que no puedo hacer nada más pero es que mi terquedad no me lo permite.

¿Entonces qué? ¿Sigo pensando y pensando, dándole vueltas al asunto una y otra vez así no haya nada que hacer al respecto? En realidad no sé, no tengo respuesta para ninguna de estas preguntas, sólo tengo cada vez más preguntas sin respuesta.

Friday, May 26, 2006

Para poder ser querida

Para poder ser querida
Haría todo lo que fuera necesario.
Perdería esos kilos que me sobran.
Trataría de ser bonita, me alisaría el pelo:
No volvería a ver nunca mis salvajes crespos.

Para poder ser querida
Me vestiría como todos
Usaría siempre jeans y camiseta
No esas faldas gitanas de colores brillantes
O los collares gigantes
Que parecen de otro planeta.

Para poder ser querida
Me volvería una persona realista.
Pensaría en cosas importantes
En vez de leer poesía.

Para poder ser querida
Sería una persona normal,
Pensaría como hay que pensar
Diría lo que hay que decir,
Iría a donde todos van.

Para poder ser querida
Estudiaría matemáticas
Pensaría en los negocios
En algo útil que hacer con mi vida
Botaría a la basura las mil libretas que tengo
Llenas de de poemas, de sueños y de cuentos.

Para poder ser querida
Dejaría de soñar con cosas imposibles
Aceptaría que los príncipes azules no existen,
Dejaría mi obsesión con los cuentos de hadas
Entendería que la vida es dura
Que el amor perfecto de las princesas encantadas
No tiene lugar en este mundo globalizado
Donde las fantasías son de tontos, perdedores o escritores
Donde los sueños que se realizan
Son de un olvidado, legendario pasado.
Donde los sueños son sólo sueños
Tan intrascendentes que es inútil hasta soñarlos.

Y los versos no son ni versos
Están perdidos en la memoria.
Para poder ser querida
Dejaría de cortar flores, de mirar atardeceres

Para poder ser querida
Haría todas estas cosas
Y tal vez, sería querida
Pero en realidad nunca lo sería
Porque ya no sería yo.
¿Dónde está la franja amarilla?
fragmento del ensayo de William Ospina

Yo sueño un país que esté unido física y espiritualmente con los demás países de la América del Sur. Que un grupo de jóvenes venezolanos o colombianos pueda tomar el tren en Caracas o en Bogotá y viajar, si así lo quieren, hasta los confines de Buenos Aires. En un mundo donde se hacen autopistas de isla en isla, no ha de ser imposible tender ese camino de unidad entre naciones hermanas. Yo sueño un país que cuando hable de desarrollo hable de desarrollo para todos, y no a expensas del planeta sino pensando también en el mundo que habitarán las generaciones futuras; que cuando hable de industria nacional sepa recordar, como Gaitán, que industria son por igual los empresarios, los trabajadores y los consumidores. Yo sueño un país consciente de sus tierras, de sus árboles, de sus mares y de sus criaturas, donde hablar de economía sea hablar de cómo vive el último de los hijos de la república. Yo sueño un país donde sea imposible que haya gentes durmiendo bajo los puentes o comiendo basuras en las calles. Yo sueño un país cuya moneda pueda mostrarse y negociarse en cualquier lugar del planeta. Yo sueño un país que gane medallas en los Juegos Olímpicos. Yo sueño un país de pueblos y ciudades hermosos y dignos, donde los que tengan más sientan el orgullo y la tranquilidad de saber que los otros viven dignamente. Yo sueño un país inteligente, es decir, un país donde cada quien sepa que todos necesitamos de todos, que la noche nos puede sorprender en cualquier parte, que el carro se nos puede varar en las altas carreteras solitarias, y que por ello es bueno que nos esforcemos por sembrar amistad y no resentimiento. Yo sueño un país donde un indio pueda no sólo ser indio con orgullo, sino que superando esta época en que se lo quiere educar en los errores de la civilización europea aprendamos con respeto su saber profundo de armonía con el cosmos y de conservación de la naturaleza. Yo sueño un país donde tantos talentosos artistas, músicos y danzantes, actores y poetas, pintores y contadores de historias, dejen de ser figuras pintorescas y marginales, y se conviertan en voceros orgullosos de una nación, en los creadores de sus tradiciones. Todo eso sólo requiere la apasionada y festiva construcción de vínculos sinceros y valerosos. Y hay una pregunta que nos está haciendo la historia: ahora que el rojo y el azul han dejado de ser un camino, ¿dónde está la franja amarilla?