Se nos acaba el tiempo, amor
y es que ya casi amanece.
Las horas se nos evaporan en las manos.
Los minutos nos miran altivos y arrogantes
y nos retan.
Nos retan a perseguirlos y atraparlos
antes de que se escapen,
nos retan a dejar de ser cobardes mientras podemos
o quizás no nos retan a nada
(qué les importamos tú y yo a ellos:
minutos indiferentes,
sólidos e impenetrables,
fríos y tan ausentes)
casi tan ausentes como nosotros
cuando en silencio
viajamos a la tierra donde habitan
nuestras palabras cautivas.
En un silencio contenido desviamos la mirada
y jugamos a los desconocidos, a los extraños.
Estamos jugando con fuego.
Se nos acaba el tiempo, amor
y no decimos nada.
Tal vez un día volvamos a vernos.