Sunday, September 30, 2007

Colección de llaves

Detrás de la vitrina hay todo tipo de llaves. Pequeñas, grandes, de hierro, de oro. Algunas, incluso, habría que sostenerlas con las dos manos.

Ver tantas llaves me hace pensar a la vez en la idea del secreto y en la del descubrimiento. Hay algo inaccesible. Hay una curiosidad casi morbosa. Pero basta tener la llave para que el secreto se transforme en recuerdo. Solo con tener la llave, ese secreto se fusiona con el carácter de su poseedor y empieza a buscar su esencia para desde ese escondite, hacerlo único en el mundo.

Entonces es suficiente tener la llave. Todos los que tuvieron esas llaves fueron alguna vez únicos.

Tal vez, en el universo de todas y cada una de las personas hay una colección de llaves.
Soledades
Temo a la soledad
pero no tanto
como temo a la Soledad.

Temo a la soledad
de estar sola
pero no tanto
como a la soledad
de no acompañarme,
de no entender el lenguaje
de mi alma.

Temo a la soledad
de no tener con quien hablar
pero no tanto
como a la Soledad
de no escucharme,
de no conversar con mi intuición,
de dejarme ir
al dejar ir mi voz.

Sé que si a veces
no estoy sola,
voy a estar siempre Sola.
Por eso a fin de alejar
mis soledades
persigo momentos
en los que me pierda y me encuentre.
Me escapo por un tiempo
a algún lugar secreto
dónde no llegue nadie,
dónde solo a mí
se me ocurra buscarme.

Septiembre se va con la lluvia
Septiembre se va con la lluvia.
Se aleja caminando despacio
Mientras le pide a la lluvia que le cubra la espalda,
Mientras la deja aquí para reemplazarlo.

Septiembre se va sin apurarse pero sin mirar atrás
Sin dudar un segundo sus pasos,
Sin tambalearse al andar.

Septiembre se va sabiendo que se va para siempre.
Antes de él hubo muchos
Y después de él vendrán muchos más
Pero este septiembre no vuelve.
Éste se despide.
Se desvanece.

Septiembre se va y deja a su paso un viento helado.
Y soledad.
Y silencio.

Septiembre se va con la lluvia.
Septiembre

Quisiera encadenar a septiembre
para que no se me escape.
Quisiera guardar para siempre
sus días soleados,
su otoño apenas asomado.

Ojalá no se fuera septiembre.
Ojalá no me abandonara.
Ojalá yo pudiera mirarlo
y pedirle que se quedara.

Pero sobre todo,
decirle que me explicara,
cómo disfrutar sus días,
cómo no atormentarme
con el tic tac de sus pasos,
como huir de todo y de todos
para buscar a septiembre
y quedarme sola entre sus brazos.
Aprendiz de testigo


¿Qué esconderán las estrellas?
¿Por qué no puedo evitar deslumbrarme al mirarlas?
¿Por qué me siento tan tonta
al tratar de descifrarlas?

Será porque soy aprendiz de testigo.
En cambio ellas manejan el oficio
con la maestría del que ha practicado,
del que con los años ya no teme equivocarse
y trabaja con una mano atada
o con los ojos cerrados.

Yo, en cambio,
tengo la vacilación del inexperto,
del que torpemente
trata de respetar una técnica
que todavía no conoce,
de la que apenas percibe la silueta
y aún así se arriesga
a dibujarla entre las sombras
pero la mano le tiembla
al sospechar que la esencia
se le escapa.

El maestro
es el que logra desbaratar la técnica.
La reta.
La mira a los ojos
como diciéndole que no le tiene miedo.
Y es cierto.

No le teme porque de tanto adivinarla
ha conseguido verla de frente.
Bajo la luz adecuada,
él logra descifrar su misterio.
Ya conoce su punto débil.
Ya sabe como matarla.

Entonces yo puedo seguir diciendo
que para ser un testigo
hay que conquistar el silencio.
o tal vez, hay que perderse a sí mismo
en una especie de sueño.
O mejor: hay que estar más despierto que nunca
pero sin futuro ni recuerdos.

No importa.
Da lo mismo.
Las estrellas llevan siglos en su oficio.

Nunca seré como ellas
pero puede que mejore un poco al mirarlas.
Puede que incluso llegue
a intentar imitarlas.

Si me empeño lo suficiente,
si las miro con la atención
del que no entiende,
con la sorpresa del que no conoce,
con la avidez del que aprende,

tal vez me admitan entre ellas,
accedan a enseñarme
y me dejen ser su aprendiz de testigo.

En vez de ser una aprendiz cualquiera,
yo quisiera ser aprendiz de las estrellas.







Yo sé que llevo siglos sin poner nada en este blog pero he escrito demasiado últimamente. El problema es que la perspectiva de todo lo que tendría que pasar para tener todo en orden y al día me asusta entonces no empiezo. Por eso, decidí que si quiero desatrasar este blog algún día, lo mejor que puedo hacer es empezar a poner cosas de a poquitos y al azar. Por eso, perdonarán que vayan apareceiendo cosas sin orden aparente y que realmente no esté aquí todo lo que quisiera pero es lo único que se me ocurre para asignarle un destino a este blog y que no se muera con mi estadía en Paris.