Friday, September 19, 2008

Conjuro 

Te nombro
con unas gotas de tinta invisible
Te nombro
con papeles desparramados por el suelo
Te nombro
garabateando letras en la penumbra
Te nombro 
sin poder nombrarte
escribiendo que te nombro

Escribo que te nombro
y hago de estos versos un conjuro
y los repito en voz alta
hasta invocarte
o traer al menos tu fantasma
o tu imagen ilusoria
fragmentada. 

Por un esbozo de ti
me convierto en hechicera

Wednesday, September 03, 2008

El mejor momento del día

Si me paraba sobre una silla, alcanzaba a asomarme por la ventana de mi cuarto para ver cómo el cielo empezaba a cambiar de colores. Cuando el sol se dibujaba a lo lejos como una pelota naranja y las nubes empezaban a ponerse rojas, yo sabía que había comenzado el espectáculo.
Me quedaba embrujada mirando por la ventana. Este era casi el mejor momento del día: era mejor que la hora de jugar a las muñecas e incluso mejor que la hora del postre. Intentaba no perder de vista al sol para seguir el movimiento que habría de llevarlo a desaparecer detrás de las montañas. A veces me distraía y me daba rabia descubrir que el sol se había deslizado un poco sin que me diera cuenta. 
Cuando el sol terminaba de esconderse, esperaba ansiosamente la aparición de la primera estrella para pedir un deseo como mi mamá me había enseñado. Incluso después del deseo, no era hora todavía. Tenía que esperar a que desaparecieran los últimos rayones rojos del cielo y a que se prendieran las luces de la calle. 
Apenas se encendía el poste de luz de la esquina de abajo, saltaba de la silla y corría hasta la puerta de la casa. Me acostaba de lado junto a la puerta y me acomodaba para poder ver por debajo de ella. 
Esperaba. A veces el tiempo de espera parecía larguísimo, sobre todo cuando había jugado mucho y estaba tan cansada que tenía que esforzarme para no quedarme dormida en esa posición. No pasaba nada. De pronto, veía esos dos grandes zapatos de charol negro. Al fin. Me paraba de un salto mientras oía el repicar de las llaves que se estrellaban contra los objetos cuando él intentaba sacarlas del fondo de su bolsillo. Ya conocía de memoria ese sonido. 
Antes de que él encontrara las llaves, yo estaba lista: tenía los brazos levantados para que él me alzara apenas entrara. El mejor momento del día se acercaba. Había llegado mi papá.