Sunday, February 25, 2007


De tu talla


Ojalá pudiera moldear mis manos

para que encajaran en las tuyas.

Ojalá pudiera moldear mi cuerpo

para que cupiera entre tus brazos.


Ojalá pudiera yo apurar mis pasos

para darlos a tu ritmo.

Ojalá cambiaran de color mis ojos

y combinaran con tus ojos infinitos.


Ojalá mi pelo se ordenara un poco

para no contaminarte con mi caos

para que no se enredara entre tus manos.


Ojalá fuera mi piel menos morena

para no desentonar con la tuya tanto.


Ojalá pudiera yo escribirte un buen poema.

Ojalá se colaran en tus oídos mis palabras.

Ojalá fueran ellas más fuertes.

Ojalá fueran ellas más sabias.

Ojalá mis palabras a tí se ajustaran.


Ojalá pudiera yo sintonizar

mi alma con la tuya,

vibrar a la misma frecuencia

pertenecer a tu historia.


Pero estas son mis manos,

estos son mis ojos y estos son mis pasos.

Este es mi cuerpo

y mi pelo en caos.

Esta es mi piel morena.

Estas son mis palabras.

Esta, que se desarma por tí,

es mi alma.

Ojalá pudiera yo moldearla.

Ojalá todo mi ser,

se volviera de tu talla.







Tú flotas en mi silencio



Eres como el viento.

Sé que etás aunque no estés.

Sé que vienes y vas.

No te veo pero te siento.


Tú flotas en mi silencio.

Vuelas desde muy lejos.

Me cuentas un secreto.

Después te vas de nuevo.


Pasas por mi cielo como una estrella fugaz.

Te veo por un segundo

y luego ya no estás.

Cierro los ojos para recordarte.

Los abro y te me vas.

Los abro y te me pierdes.

Yo te busco pero tú desapareces.


No me queda sino imaginarte.

Dejar que te difundas en mi mente.

Dejar que vueles libremente,

que rompas el silencio cuando quieras,

o soñar que vengas a visitarme,

soñar que te veo atravesar el aire.


Puede que tú nunca hayas venido,

que yo me haya dedicado a inventarte,

que nunca hayas flotado en mi silencio,

que la causa de todo esto

sea que ya no dejo de pensarte.



Ni santo, ni héroe, ni mártir




Debí haber sido un santo

en otra vida

para merecer tu luz

que me ilumina.


Debí haber sido muy buena

antes

para merecer que cada día

me levantes,

para merecer tu sonrisa

al despertarme.


Debí haber salvado a alguien

para merecer tu voz

cada mañana,

tus brazos que me abrazan,

tus manos que me cuidan,

tu ser que me acompaña,

tus ojos infinitos,

tus palabras sabias.


Debí haber sido un héroe

legendario.

Debí haber cuidado a todo un pueblo

para merecer lo que me cuidas,

la seguridad que irradias,

las historias que me cuentas,

las canciones que me cantas,

las cosas que me enseñas,

la forma en que me abrazas.


Debí haber sido un mártir

para merecer la vida

que me diste

y sobre todo,

la vida que me das,

que renuevas cada vez

que hablas,

que completas cuando me llamas.


Mi suplemento permanente

de vida

es que estés presente.

Cada día que soy tu hija

me hace estar más viva

que el anterior.

Con diez y siete años de tí,

ya no me cabe la vida en el corazón,

ya tengo muchos siglos por delante

y no hago otra cosa que adorarte.


Tú me das vida.

Tú eres mi ángel.


Ni santo, ni héroe, ni mártir,

es suficiente

para merecerte.

No hay nada que pueda haber hecho

para que sea justo

el privilegio de tenerte.

No me queda sino agradecerte

una y mil veces,

recordarte que te amo.

No me queda sino quererte, mamá.


A ritmo de tambores

Tu corazón retumba
a ritmo de tambores.
Todos bailamos
al compás de tus vibraciones.

Tu existencia es música
de fiesta,
de la que transmite
que la vida,
sí vale la pena.

Música espontánea, alegre,
con la que es imposible
quedarse sentado,
música que nos mueve
al mundo de lo soñado.

Sin tu música, Fede,
nos quedamos inmóviles
esperando que esto empiece,
esperando que la casa despierte,
esperando que tú regreses.

Ahora por fin vuelves,
y vuelven tus canciones,
por fin bailaremos
a ritmo de tambores.
Por fin se va este silencio
prolongado
que será reemplazado por tí:
la música que tanto adoramos.

Thursday, February 08, 2007



Un café


Es posible suponer

dónde empieza un café.

Nadie puede saber

dónde termina.



Es posible inventarlo

por su olor,

imaginarse su sabor

dulce y amargo

pero nada se compara

con probarlo.

Nada se compara

con un sorbo de café

entre los labios.


Es posible pensar

tocar la taza con las manos,

recorrerla lentamente

como si fuera un abrazo.

Alargar lo más posible

ese momento mágico.


Lo más difícil de todo,

sin embargo,

es soñar un café

con alguien que quiero y me quiere.


Pensar que empieza aquí.

En esta mesa.

Frente a frente.

Y termina...

Quién sabe.

En un suspiro,

en otro mundo,

en el lado opuesto del abismo.


Este café hay que probarlo.

Reírlo o llorarlo.

Prolongarlo.

Sentirlo atravesar el cuerpo.

Un café con un amigo

hay que conversarlo.


Thursday, February 01, 2007

Este poema es para Federico Díaz-Granados, de cumpleaños. Gracias por tus palabras.

Palabras Invaluables

Las palabras se las lleva el viento, dicen.
Hay unas que son tesoros irremplazables.
Entre esas las palabras que se pierden en el aire:
las de la pasión por los detalles.

Están también las de sabiduría:
las palabras que se ensanchan en el tiempo,
que atraviesan lo más hondo del silencio.

Por qué no las palabras de consuelo
que arrancan una sonrisa,
que llevan a emprender el vuelo.

Qué tal las que se arraigan en lo sueños:
las palabras que apuntan hacia el cielo.

Ni hablar de las palabras de lealtad:
las que custodian los secretos,
las que más que sonidos son silencios.

Y también las palabras de consejo:
las que muestran el camino cuando éste se va lejos.

Todas estas son palabras invaluables,
las palabras de un amigo,
las palabras de un maestro.
Estas palabras, Federico, tus palabras,
nunca se las llevará el viento.