Friday, June 23, 2006



Solo quería felicitar a la graduanda porque eso de graduarse del Colegio Los Nogales es mucho mérito. Igual, terminas una etapa muy importante de tu vida pero empiezas otra, una que sé que te gozarás muchísimo. Ya te veré yo, toda importante, toda filósofa. Ya veré que cuando te llame estarás tomando una clase de metafísica o de lógica en la Nacional mientras yo seguiré encerrada en el salón de Alex. Pero cuando eso pase, me alegraré infinitamente por ti. Me alegraré porque estaré segura de que estás haciendo lo que te gusta, de que estás aprovechando ese potencial inmenso tuyo, esa inteligencia que tanto admiro y ese carisma, esa solidaridad para convertirte en una gran filósofa, no digo en una gran persona porque eso ya lo eres juli. No te deseo suerte porque no la necesitas, tu ya tienes todo para lograr lo que quieras. Por eso, me sentaré aquí a esperar, a estar siempre lista para acompañarte en tus muchos éxitos. Te adoro mi graduanda hermosa, me vas a hacer mucha falta.

Monday, June 19, 2006

Dado que mi trágico fin de semana causó bastante gracia, aunque a mi no me encante la idea de recordarlo, he aquí algunas cosas claves, por si se quieren reir otro rato.

  1. La lora loca que sólo hacía 3 cosas: reirse como desquisiada, gritar ¡Viva el Partido Liberal! y ¡Lorita quiere cacao! Cabe resaltar que estos desagradables y agudos ruidos nunca paraban, incluidas altas horas de la noche (después pregunten por qué no pude dormir). Además, la lora llamada Rebeca no estaba en una jaula como es debido sino que revoloteaba libre por la casa por eso existía la alta probabilidad de que en una visita nocturana al baño uno oyera que algo le revoloteaba cerca y luego un par de vivas al partido liberal en el oído.
  2. La avioneta enclenque en la que me tocó viajar que se sacudía violentamente como si fuera a caerse en cualquier momento con sacudidas y vacíos bastante peligrosos pero tranquilis que sólo enfrentamos un ligera turbulencia decía el piloto.
  3. La visita al cementerio que ya la describí en el post anterior
  4. El calor infernal y mis largas horas parada en frente del ventilador sin lograr dejar de sentir un calor insoportable.
  5. No comí nada durante el fin de semana, porque los platos que me sevían eran bastante "peculiares" y después que mi tío gordo le dijera todo el tiempo a mi papá, esa hija suya está enferma o por qué no come, hagale que eso es salud.
  6. Mi abuela no tenía ni idea quien era yo entonces estuvo todo el fin de semana tratando de que sacaran a esa "muchachita" de su casa.
  7. Mi abuela además no oía nada entonces gritaba incoherencias como ¡Alfoncito si me tiraba los teteros en la cara! Lo peor de todo es que como ella no oye entonces nunca notó el daño psicológico que su lora estaba ocasionando en todos nosostros.
  8. La vieja sin cejas que me apretó la cara como por un minuto y después dijo "Esta tiene hasta cara bonita, lástima que sea morena, ya está arruinada"
  9. El hecho de que nadie en el pueblo supiera que es una coca-cola y mucho menos light.
  10. Tener que andar en una patruya de policía porque no había más carros en todo el pueblo y además que toda la gente se asomara a las ventanas sólo para gritar ¡Ahí va el doctor!
  11. Los dos platos soperos de agua de panela más pan, 3 tamales, morcilla, chunchullo y otras partes de los animales que ni sabía que existía que todo el mundo veía como un desayuno simple.
  12. Descubrí una prima que es idéntica a mí solo que con 40 kilos más
  13. Que todos pensaran que yo tengo problemas por estar leyendo y le dijeran a mi papá en secreto tratando de que yo no me diera cuenta "Alfoncito, ya mandó revisar a esa niña, mire que por allá leyendo en vez de conversar con nosostros. Apuesto a que ni siquiera sabe como cuidar un burro."
  14. Las explosiones que sonaban a cada rato, especialmente de noche y que nunca logré saber que las causaba. Mi papá me quería hacer creer que eran sólo carros pasando.
  15. Las serenatas periódicas de rancheras que le llevaban a mi papá personas que él no tenía idea quienes eran a altas horas de la noche y yo tratando de neutalizarla oyendo un poco de jazz con audífonos. Lo que pasa es que fue duro eso de tapar la voz de gallo del mariachi.
  16. El borracho como de 60 años que estuvo todo el tiempo afuera de la casa amenazando al policía con romperle la cabeza con una botella de vidrio y gritando cada tanto ¡Alfonso Gómez, papi, aquí está tu hijo perdido!
  17. Las filas interminables de señoras en la puerta de la casa esperando pedirle un favor a mi papá.
  18. Lo llena que estaba la casa todo el tiempo y los tíos que parecían como cavernícolas tratando de hacerme comer quién sabe que cosa y hablando en su dialecto que quien sabe que dicían sobre mí.
  19. La mesedora que me pusieron para que leyera en la terraza se desfondó y me pegué bastante duro
  20. En fin, un fin de semana maravilloso, qué bonitos recuerdos.

La última lágrima
Al sentir un olor a chorizos asados desde el cemnterio, me volteo para ver de donde viene. Para mi sorpresa, es de un bar que queda justo en frente al cementerio llamado "La última lágrima." Trato de salir del cemnterio, primero veo a una señora que tiene unos jeans como tres tallas màs pequeños, una camisa amarilla y mucho maquillaje que parece corrido por las lágrimas. Todavía conserva el rojo encendido de los labios aunque toda ella está desgastada, acabada. Tiene el pelo recogido y una capul con volumen que uno podría pensar que tiene vida propia. Sus ojos están hinchados, rojos. Buenas tardes doctor, que milagro que viene por acá, le dice a mi papá mientras trata de enderesarse un poco.
¡Piedra, papel o tijera! gritan dos niñas al mismo tiempo. Le gané, no me venga a decir ahora que no va explorar esa tumba, así habíamos quedado. La más pequña mira a la que parece su hermana con ojos de pánico, sale corriendo y se pierde de mi vista entre el cementerio. Cuando salgo del cementerio, entro al bar a comprar un poco de agua. El nombre del bar está bajo un aviso de coca-cola. Lo primero que veo es un señor sentado en una mesa de afuera. Está vestido como un campesino típico: todo de blanco, incluyendo el sombrero con un machete colgando de la cintura. Mira sin mirar. Tiene los ojos fijos en el horizonte, como viendo algo que ya no es de este mundo. Parece una estatua. Apenas se mueve para tomar un trago de la botella de aguardiente que tiene sobre la mesa.
En la mesa de al lado, hay un grupo de cinco mujeres tomando y ríendo. La que está hablando me llama la atención. Lleva el pelo suelto, aretes largos y una camisa verde tan escotada que permite ver la rosa que tiene tatuada en el pecho. Para mi sorpresa, al lado de ella está sentada la mujer de camisa amarilla, pero ahora luce feliz. ¡Pero préndame la rocola, que al fin me libré del imbécil de mi marido! le grita al cantinero justo antes de tomar un trago de aguardiente. El cantinero obedece y empieza a sonar un ranchera mal sintonizada, cosa que alegra bastante a las demás señoras de la mesa.
Dentro del bar no hay casi nada: el cantinero que además vende galletas de queso, un par de mesas y una vieja máquina de casino. Hay un borracho tirado en el piso. Se acerca al policía que va con mi papá y le dice: lléveme a la cárcel que por lo menos allá puedo dormir. Me enteré despué que era el sepluturero.
Ya la gente le tiene cariño al bar que contrdictotiamente es uno de los más alegres de pueblo. Antes de salir oigo a un señor que le grita a un amigo ¡No se preucupe que si se muere mi compadre aquí venimos y le lloramos una última lágrima!

Friday, June 09, 2006


A falta de amor: chocolate
Este es el último de la caja enorme que encontró en su casa. Tiene en el centro una almendra, rodeado de chocolate suave con un poco de canela como decoración. Se lo acerca a la boca despacio, sentada en la esquina más alejada de su cuarto, a oscuras. Es Domingo y son las 5 de la tarde. Ni siquiera se ha bañado. Lleva así todo el día, en la misma esquina con las cortinas cerradas, comiendo un chocolate tras otro, llorando, pero no desesperadamente, sus lágrimas brotan despacio, sin afán, como si las fuera a saborear poco a poco, igual que a cada uno de sus chocolates. Tal vez, los usa para amortiguar el sabor amargo de las lágrimas…

Su pelo es como una masa enorme: cada rizo vuela libre por su lado. Está despeinada, fea. Tiene puesta una sudadera vieja que cuando era vanidosa no se hubiera perdonado ni mirar ¡Pero a quién le importa! Al final está sola, no la va a ver nadie. Que importa si no tiene el blower, si no usa esas camisas descotadas y faldas largas que llevaba siempre, si no huele a flores frescas, si sus labios no brillan, si no tiene tacones ni joyas, que importa que sea fea, si para nadie hace diferencia.

Mira de nuevo el chocolate que tiene en la mano; siente como un par de lágrimas se deslizan traviesas por su cara. Luego, mil recuerdos al tiempo pasan por su mente, después una imagen repetitiva, una y otra vez, no la deja en paz. Ve de nuevo esa tarde lluviosa. Los dos estaban empapados hasta los huesos. No pudieron encontrar un lugar donde protegerse de la lluvia, y como ya estabam tan mojados que no podían mojarse más, se tomaron de la mano y empezaron a correr, hacia ninguna parte, hacia donde fuera, daba igual mientras estuvieran juntos. Ella no recuerda por cuanto tiempo corrieron pero por estar a su lado el tiempo no importaba. Sentía que él era todo para ella, que mientras estuviera en sus brazos estaría segura de cualquier peligro, mientras sintiera el calor de su mano apretando la suya el frío de afuera no importaba.

De pronto se detuvieron en seco. La miró a los ojos. Le dio un abrazo. Y después, se fue sin dar ninguna explicación, sin mirar atrás, sin despedirse. Sólo avanzaba hacia delante y cada paso que se alejaba de ella, ella sentía alejarse un poco más su esperanza. Mientas algo de él se iba, algo de ella lo seguía. Y así se fue volviendo pedazos, hasta que estaba tan fragmentada que ni ella misma se reconocía. Empezó a sentir un frío intenso, profundo, como si fuera un frío incurable de abandono. Se sentó en la acera. Tenía el pelo realmente mojado, lo tocaba y sentía como el agua escurría a chorros. Después la primera lágrima rodó por su cara pero trató de convencerse a sí misma de que era una gota más de lluvia de todas las que habían caído. Mucho tiempo más tarde, cuando aceptó que estaba llorando, que estaba llorando de amor, se levantó de donde estaba sentada y empezó a caminar hacia su casa. Cuando llegó, no le importó ni secarse, ni cambiarse de ropa, solo sentarse en una esquina a seguir llorando. Se quedó dormida, y cuando se despertó fue a buscar la caja de chocolates que había guardado en el closet hace mucho tiempo cuando se la regalaron pero no había comido porque no quería romper su dieta.

Ahora tenía en sus manos el último de los chocolates. Lo miró de nuevo, se lo llevó a la boca despacio. El sabor era dulce, suave, cremoso, era el sabor perfecto para aliviar el alma. Lo masticó muy despacio. Lo disfrutó lentamente. Cuando sólo quedaba la almendra hizo lo mismo. Ese fue su último chocolate.

No se dio cuenta en qué momento alguien entró a su cuarto, avanzando con pasos callados para no ser descubierto. Igual, ella estaba muy concentrada comiendo chocolate. Pero cuando lo terminó, levantó la vista. Alguien estaba sentado en su cama, observándola sin que lo hubiera notado. Ya llevava un buen rato ahí, sólo mirándola de arriba abajo, analizándola, pero más que eso, admirándola, recordándola, amándola sobre todo. Cuando lo miró a los ojos, los reconoció inmediatamente.

Estás muy bonita, más que nunca, le dijo.

Tuesday, June 06, 2006

Ahí estamos. No estamos todas las que somos ni tampoco somos las que fuimos. Ahora ya ni siquiera sé si todavía somos, o más bien son, o soy yo sola. Recuerdo los muchos pero lejanos momentos que vivimos juntas y los recientes que viví sin ellas. Los primeros parecen como recuerdos difuminados, pero más que eso, sueños de esos tan reales que cuando uno se despierta los convierte en recuerdos. Los segundos, más que recuerdos son realidades, cosas tan cotidianas que como pasaron ayer, pasarán mañana entonces no hace gran diferencia recordarlos.

Y bueno, que pasa cuando volvemos a vernos pero no nos vemos, vemos a otras porque no somos las mismas. Entonces, como saber si caos es caos vestida de negro con esos mechones rojos-anarnajados, si cata es catita como mi hermano la llamaba hace unos años cuando ya ni habla como hablaba ella, si nati es nati, la chiquita del curso o si ya creció sin que yo me diera cuanta, si cata es cata, mi compañera de juegos de infancia con sus nuevo corte de pelo, mechón en la cara y piercing en la nariz. ¿Cómo lograr reconocerlas a ellas, aceptar que son las de los recuerdos que veo en las noches si no puedo ni reconocerme a mí misma y aceptar que soy la de los recuerdos archivados de una niña que jugaba con muñecas?

Yo soy tan distinta, he aprendido tanto, he cambiado tanto, he madurado tanto, he descubierto tantas cosas y desechado otras que hasta se podría decir que ya no soy yo. Y ellas ni se diga, parecen personas completamente diferentes a mis compañeras de curso, con nuevos intereses, nuevas prioridades, nuevas formas de hablar y de vestir y hasta mucho más altas. También podría decirse que ellas no son ellas. Sin embargo, por un motivo extraño, fuera de lo racional, llamémolo corazón o cotidianidad recordada, nos reconocimos, hablamos aunque no hubiera tema, nos escuchamos como lo hacíamos siempre, pero por primera vez lo que cada una decía era realmente extraño, impredecible y nuevo para las otras. Entonces, tal vez sí queda algo de mí en mí y algo de ellas en ellas para pudieramos por unas horas viajar en una cápsula del tiempo y tratar de revivir el pasado muerto. O tal vez no queda nada, tal vez es simplemente afecto.