Sunday, September 30, 2007

Aprendiz de testigo


¿Qué esconderán las estrellas?
¿Por qué no puedo evitar deslumbrarme al mirarlas?
¿Por qué me siento tan tonta
al tratar de descifrarlas?

Será porque soy aprendiz de testigo.
En cambio ellas manejan el oficio
con la maestría del que ha practicado,
del que con los años ya no teme equivocarse
y trabaja con una mano atada
o con los ojos cerrados.

Yo, en cambio,
tengo la vacilación del inexperto,
del que torpemente
trata de respetar una técnica
que todavía no conoce,
de la que apenas percibe la silueta
y aún así se arriesga
a dibujarla entre las sombras
pero la mano le tiembla
al sospechar que la esencia
se le escapa.

El maestro
es el que logra desbaratar la técnica.
La reta.
La mira a los ojos
como diciéndole que no le tiene miedo.
Y es cierto.

No le teme porque de tanto adivinarla
ha conseguido verla de frente.
Bajo la luz adecuada,
él logra descifrar su misterio.
Ya conoce su punto débil.
Ya sabe como matarla.

Entonces yo puedo seguir diciendo
que para ser un testigo
hay que conquistar el silencio.
o tal vez, hay que perderse a sí mismo
en una especie de sueño.
O mejor: hay que estar más despierto que nunca
pero sin futuro ni recuerdos.

No importa.
Da lo mismo.
Las estrellas llevan siglos en su oficio.

Nunca seré como ellas
pero puede que mejore un poco al mirarlas.
Puede que incluso llegue
a intentar imitarlas.

Si me empeño lo suficiente,
si las miro con la atención
del que no entiende,
con la sorpresa del que no conoce,
con la avidez del que aprende,

tal vez me admitan entre ellas,
accedan a enseñarme
y me dejen ser su aprendiz de testigo.

En vez de ser una aprendiz cualquiera,
yo quisiera ser aprendiz de las estrellas.







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