Monday, June 19, 2006


La última lágrima
Al sentir un olor a chorizos asados desde el cemnterio, me volteo para ver de donde viene. Para mi sorpresa, es de un bar que queda justo en frente al cementerio llamado "La última lágrima." Trato de salir del cemnterio, primero veo a una señora que tiene unos jeans como tres tallas màs pequeños, una camisa amarilla y mucho maquillaje que parece corrido por las lágrimas. Todavía conserva el rojo encendido de los labios aunque toda ella está desgastada, acabada. Tiene el pelo recogido y una capul con volumen que uno podría pensar que tiene vida propia. Sus ojos están hinchados, rojos. Buenas tardes doctor, que milagro que viene por acá, le dice a mi papá mientras trata de enderesarse un poco.
¡Piedra, papel o tijera! gritan dos niñas al mismo tiempo. Le gané, no me venga a decir ahora que no va explorar esa tumba, así habíamos quedado. La más pequña mira a la que parece su hermana con ojos de pánico, sale corriendo y se pierde de mi vista entre el cementerio. Cuando salgo del cementerio, entro al bar a comprar un poco de agua. El nombre del bar está bajo un aviso de coca-cola. Lo primero que veo es un señor sentado en una mesa de afuera. Está vestido como un campesino típico: todo de blanco, incluyendo el sombrero con un machete colgando de la cintura. Mira sin mirar. Tiene los ojos fijos en el horizonte, como viendo algo que ya no es de este mundo. Parece una estatua. Apenas se mueve para tomar un trago de la botella de aguardiente que tiene sobre la mesa.
En la mesa de al lado, hay un grupo de cinco mujeres tomando y ríendo. La que está hablando me llama la atención. Lleva el pelo suelto, aretes largos y una camisa verde tan escotada que permite ver la rosa que tiene tatuada en el pecho. Para mi sorpresa, al lado de ella está sentada la mujer de camisa amarilla, pero ahora luce feliz. ¡Pero préndame la rocola, que al fin me libré del imbécil de mi marido! le grita al cantinero justo antes de tomar un trago de aguardiente. El cantinero obedece y empieza a sonar un ranchera mal sintonizada, cosa que alegra bastante a las demás señoras de la mesa.
Dentro del bar no hay casi nada: el cantinero que además vende galletas de queso, un par de mesas y una vieja máquina de casino. Hay un borracho tirado en el piso. Se acerca al policía que va con mi papá y le dice: lléveme a la cárcel que por lo menos allá puedo dormir. Me enteré despué que era el sepluturero.
Ya la gente le tiene cariño al bar que contrdictotiamente es uno de los más alegres de pueblo. Antes de salir oigo a un señor que le grita a un amigo ¡No se preucupe que si se muere mi compadre aquí venimos y le lloramos una última lágrima!

2 comments:

Anonymous said...

That's a great story. Waiting for more. Medusa 5.1 headphones Skin chemically sensitive rosacea

Unknown said...

María:

Acabo de leer tus poemas de septiembre, de la soledad y de tu vocación que comparto de convertirnos en aprendiz de testigos, profesión que se aprende mediante cursos dictados por las estrellas, verdaderas maestras en el arte de la observación. Paco Salive, recibe allá en Paris un gran abrazo de compañía.Excelente Poeta.