Ni santo, ni héroe, ni mártir
Debí haber sido un santo
en otra vida
para merecer tu luz
que me ilumina.
Debí haber sido muy buena
antes
para merecer que cada día
me levantes,
para merecer tu sonrisa
al despertarme.
Debí haber salvado a alguien
para merecer tu voz
cada mañana,
tus brazos que me abrazan,
tus manos que me cuidan,
tu ser que me acompaña,
tus ojos infinitos,
tus palabras sabias.
Debí haber sido un héroe
legendario.
Debí haber cuidado a todo un pueblo
para merecer lo que me cuidas,
la seguridad que irradias,
las historias que me cuentas,
las canciones que me cantas,
las cosas que me enseñas,
la forma en que me abrazas.
Debí haber sido un mártir
para merecer la vida
que me diste
y sobre todo,
la vida que me das,
que renuevas cada vez
que hablas,
que completas cuando me llamas.
Mi suplemento permanente
de vida
es que estés presente.
Cada día que soy tu hija
me hace estar más viva
que el anterior.
Con diez y siete años de tí,
ya no me cabe la vida en el corazón,
ya tengo muchos siglos por delante
y no hago otra cosa que adorarte.
Tú me das vida.
Tú eres mi ángel.
Ni santo, ni héroe, ni mártir,
es suficiente
para merecerte.
No hay nada que pueda haber hecho
para que sea justo
el privilegio de tenerte.
No me queda sino agradecerte
una y mil veces,
recordarte que te amo.
No me queda sino quererte, mamá.
No comments:
Post a Comment